En función de tu fototipo y del Índice de UV, debes elegir la capacidad de tu filtro, que es lo que marca el Factor de Protección Solar (FPS): mide cuantas veces más se puede estar expuesto al sol para producir el mismo enrojecimiento o eritema que si no se hubiera utilizado la crema de protección solar. Es decir, que si para que la piel no se empiece a poner roja (eritema), el primer día que tomamos el sol debemos estar 10 minutos, utilizando una crema de FPS de 5, se tardarán 50 minutos.
El FPS nos indica el tiempo que podemos exponernos al sol sin riesgo de quemaduras. Con la nueva normativa de la UE
Bajo 6-10
Medio 15 a 20
Alto 25-30
Muy alto más de 50
Un protector con un FPS de 10 refleja el 90% de la radiación, mientras que el de 20 lo hace en un 95%. Un factor de 30 es suficiente para proteger a los más pequeños siempre que los padres vigilen la aplicación adecuada y continuada.
Pero realmente, ¿qué es un fotoprotector?
Son sustancias que limitan los efectos negativos del sol, ya que aplicadas sobre la piel limitan la absorción de la radiación. Se pueden dividir en dos tipos:
Filtros químicos
Son sustancias químicas que aplicadas en la piel absorben los fotones de la luz solar, a través de reacciones fotoquímicas. Necesitan una media hora para hacer efecto. Como se absorben existe un riesgo de producir reacciones negativas, como alergias o intolerancias. Son los filtros más empleados en la cosmética convencional.
Filtros físicos
Son sustancias inertes que aplicadas en la piel reflejan la luz, impidiendo su absorción. No se absorben, por lo que resultan inocuas y carecen del riesgo de alergias. Además gozan de gran eficacia porque reflejan toda la radiación de diferentes longitudes de onda. Las sustancias más empleadas proceden de minerales naturales tales como el óxido de zinc, la mica y, sobre todo el óxido de titanio. Al estar micronizados, finamente pulverizados no hace falta.
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