Con los años la piel refleja el paso del tiempo y en mayor o menor medida el castigo recibido por los factores ambientales adversos, radiaciones, vientos, sequedad, etc. La primeras evidencias del envejecimiento cutáneo aparecen en las zonas más expuestas y, por desgracia, por ello en las más visibles: rostro, escote, hombros, dorso de las manos,
Una piel madura presenta modificaciones en las tres capas, hipodermis, dermis y epidermis:
- El tejido adiposo subcutáneo disminuye y la dermis adelgaza
- El tejido conectivo pierde su estructura fibrilar La unión dermoepidérmica pierde consistencia, porque el colágeno no puede ejercer la función de unión.
- La sangre circula peor se produce una vasodilatación y se producen las telangiectasias
- En los antebrazos y en el dorso de las manos se pueden observar los vasos sanguíneos dilatados y la sangre sale de ellos con facilidad favoreciendo lo que se llama púrpura senil. Las fibras elásticas degeneran y dan lugar a las temidas arrugas
- La epidermis adelgaza, porque el tamaño de las células disminuye
- A partir de la cuarta década de vida, más o menos, aparecen las manchas seniles por la intensa multiplicación de los melanocitos.
La piel también pierde elasticidad por la formación de fibras anómalas poco funcionales y turgencia por la disminución de la actividad de las glándulas sudoríparas y sebáceas.
Aumenta la reacción a los álcalis presentes en muchos jabones, además el empleo de tensioactivos muy potentes hace también que se reitre el poco manto lipídico que debería proteger a la piel.
Además la mayor o menor destrucción del DNA por las radiaciones solares, sumada a la disminución de la capacidad regenerativa del cuerpo, en general, hacen que la capacidad de replicación de las células se vea muy disminuida.