Entre los muchos propósitos que se hacen al comenzar un año, posiblemente el más típico y tópico es el de dejar de fumar.
El día 1 de enero está marcado en el calendario de muchos adictos para dejar su vicio.
Evidentemente desde nuestra profesión de sanitarios, no podemos más que desaconsejar el tabaco que ha demostrado sobradamente su toxicidad a corto, medio y largo plazo.
Cada vez más estudios demuestran que detrás de muchos fracasos en el abandono tabáquico se encierra la falta de motivación y de recompensas. A veces un alargamiento en la vida es un beneficio difícil de apreciar en su justa medida y lo cánceres de pulmón, garganta o los accidente cerebrovasculares nos quedan demasiado lejos; por lo que uno debe encontrar beneficios inmediatos para estimular su esfuerzo.
El respirar mejor
Poder subir una cuesta o una escalera sin fatigarse
Redescubrir olores y sabores que se tenían olvidados
Y lo que se trata en este blog:
Los efectos del tabaco en la piel
Aspecto grisáceo y apagado de la piel
No debemos de olvidar que la piel es junto a los sistemas digestivo, urinario y respiratorio uno de los órganos responsables de la eliminación de tóxicos, y, por tanto, el tabaco.
Esta acumulación de catabolitos da a la piel da a la piel un aspecto cetrino y grisáceo.
Oxidación prematura y envejecimiento cutáneo
La nicotina que queda en la dermis produce una vasoconstricción, por tanto una disminución del riego sanguíneo con lo que eso conlleva de menor aporte de nutrientes y oxígeno.
El monóxido de carbono presente en el humo del tabaco desplaza al poco oxígeno que llega y hace que las células disminuyan su capacidad de renovación. Las células envejecidas no son capaces de sintetizar elastina, y aparecen las temidas arrugas.
El tabaco afecta al sistema cardiovascular y respiratorio, impidiendo su correcto funcionamiento, por ello el aporte de oxígeno y de nutrientes transportados por la sangre disminuye.
Flacidez y aparición de arrugas prematuras
Además de la falta de producción de sustancias fundamentales en el sostén de la piel como la elastina mencionada anteriormente; el tabaco también disminuye considerablemente el colágeno.
Estos dos déficits alteran las fibras elásticas y forman las temidas arrugas. Éstas son en los fumadores más acusadas, estrechas y profundas.
Además este antiestético efecto secundario se acentúa en el cutis y, especialmente en la zona peribucal con la aparición del “código de barras”. Esto se debe a que aquí el efecto nocivo de la inhalación del humo del tabaco se suma a la exposición directa de este tóxico por la proximidad del cigarrillo en el momento de la bocanada.
Sequedad y atrofia cutánea
La falta de riego, descrita anteriormente, disminuye el aporte de agua a la piel. Este problema se acentúa en las mujeres porque el tabaco también produce una oxidación y, con ello una alteración de los estrógenos que son uno de los protectores y renovadores celulares, por lo que a la sequedad se le une la atrofia.
Aparición de los radicales libres
El humo del tabaco es un gran generador de estas mortíferas partículas que matan a las células, disminuyen su capacidad de reproducirse y producen mutaciones que alteran el tejido. Este efecto letal se agrava si se suma a la exposición solar.
Otros efectos sistémicos antiestéticos
Además de las consecuencias sobre la salud de la persona y de la piel que se han descrito antes, el fumar produce otros desagradables efectos antiestéticos que dañan nuestra imagen:
Alopecia y perdida de brillo en el cabello
Halitosis, dientes amarillentos, sarro y caries
Olor pertinaz a tabaco en piel y cabello.
Dedos amarillentos, etc.
Desde NaturalSensia.com estamos convencidos de la bondad y eficacia de la Cosmética Natural. Pero es difícil pedirle a tus cremas que cuiden tu piel más de lo que hace uno por si mismo.
Una de las grandes esperanzas es que todos estos efectos son reversibles y desaparecen al poco de dejar el tabaco.